Desde tiempos inmemoriales el quiromasaje se ha utilizado para aliviar molestias y lesiones. Se han descubierto infinidad de técnicas y máquinas preparadas para mitigar el dolor, pero ninguna ha sido tan sencilla y reconfortante como para sustituir la destreza de unas manos entrenadas en el arte del quiromasaje.
Tampoco debemos considerar que sólo con nuestras manos podemos aliviar los dolores de todo ser humano que se nos presente en consulta, pero la técnica manual debe ser una parte muy importante del tratamiento y recuperación de cualquier lesión músculo-esquelética. El sentido del masaje nace, por tanto, de la necesidad del ser humano de hacer el bien, de aliviar el dolor, de ofrecer amor, de sentirse útil, de entregarse y aliviar al otro. Por eso es insustituible.
La terapia manual sólo la podemos entender en un sentido preventivo aunque podamos ayudar a solucionar diferentes problemas musculares o articulares. Nosotros buscamos mediante técnicas manuales que ese dolor se atenúe o vaya disminuyendo en intensidad. No quitamos nada. No curamos nada. Prevenimos que ese dolor vaya a más.
Sigamos con la pregunta del millón: entonces, ¿Qué es un masaje? Una concatenación de manipulaciones que se dan en todo el cuerpo y que se concretan en un gesto natural y armonioso que busca recuperar la dolencia que presente esa persona en concreto. Pero es mucho más: el masaje es el paciente, el terapeuta, la sala de masaje, la historia clínica, la exploración, la posición correcta en la que se da el tratamiento, el ritmo, la intensidad, la velocidad, la duración de la sesión. Permite que la sucesión de manipulaciones formen un todo uniforme: el masaje.
De todas estas consideraciones debemos deducir cuatro conclusiones muy importantes:
1) Tener ritmo de masajees fundamental para ser capaces de encadenar y entrelazar un pase con el siguiente. El ritmo es la música del masaje. Sin ritmo no hay masaje,habrátécnica pero desaparece el concepto de masaje.
2) Nos tenemos que cuidar para evitar lesiones como terapeutas. Del ritmo anteriormente mencionado, se desprende la fuerza de la presión que se saca desde el cuerpo y no desde el brazo. Pero para ello sólo podemos hacer una cosa: aprender a bailar alrededor de la camilla. Es la única forma de cuidar nuestra postura corporal. Cuando experimentamos que nuestro movimiento es forzado descubrimos que perdemos efectividad en la terapia y ganamos en dolor de espalda.
3) El criterio con el que hacemos las cosas impide que seamos autómatas, que planteemos una sesión de quiromasaje desde el momento en que observamos cómo entra el paciente por consulta hasta el mismo instante en el que sale por la puerta. Nos hace tener una mente ágil, imprimir un ritmo a la sesión, cuidar la postura, saber utilizar la técnica más eficaz para cada momento. Todo ello en aras de mejorar la calidad de vida de la persona.
4) Ilusión e inquietud por aprender y estudiar a la persona y su casuística particular.
Sentido, reeducación propioceptiva, criterio e ilusión e inquietud por aprender y estudiar son requisitos necesarios para que una sesión de quiromasaje sea completa. Restar importancia a cualquiera de estas conclusiones supone no asentar los cimientos de un buen tratamiento, justo el que se merece la persona a la que tratamos.
En una sesión de quiromasaje no sólo trabajamos con nuestras manos sino que estamos interactuando con todo nuestro ser. Nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras manos, nuestra experiencia, nuestra lucha por mejorar, nuestro deseo e intención de ayudar. Todo ello se mezcla y da como resultado una sesión de masaje. Tal y como vivimos lo mostramos en una sesión de masaje.
Podemos concluir recalcando que, el masaje es connatural al ser humano; que es un acto reflejo del hombre cuando tiene dolor. Incluso cuando hay un dolor del alma: acariciamos, damos una palmada, abrazamos, estamos al lado de la persona que nos necesita. El arte del quiromasaje nos enriquece siempre que le demos un sentido a cada manipulación con que actuamos.